domingo, 12 de febrero de 2017

Prepárate: cuando lleguen los robots, adiós al dinero

¿Te imaginas vivir sin dinero? Te animo a que hagas conmigo este excitante ejercicio de ensoñación sobre un mundo en el que no exista la economía, tal y como ahora la tenemos concebida. Para ello, necesitamos hacer un esfuerzo de ideal pragmático, dejando de lado el prejuicio ideológico, cultural y religioso. Si no, no interpretarás bien lo que quiero decirte en estas líneas.

¿Y cómo sería? Entiendo que es casi imposible de imaginar. Quizá lo primero que nos llega a la cabeza es el trueque como intercambio de bienes o servicios como alternativa. Pero... ¿y si esos bienes o servicios ya se dieran por sentado? ¿Tendría en este supuesto sentido el dinero? Hagamos para determinarlo un relato que integre un poco de Regreso al futuro con un poco de Terminator.

El modelo T-800, conocido como 'Terminator' en la película de James Cameron


Es innegable que estamos viviendo un proceso de Revolución Tecnológica (lo destaco en mayúsculas por que es de facto un hecho histórico, comparable al de la Revolución Industrial). Y a diferencia de las revoluciones anteriores (la industrial y la de comunicación) va a una velocidad infinitamente superior.

Si a finales del siglo XX, en los años 90, vivimos el comienzo de la Revolución de la Comunicación, hoy podemos dar por sentado su éxito, apenas una década despúes de ver la luz. Cuando el teléfono se inventó, tardó nada menos que 70 años en llegar a 50 millones de usuarios. Internet, con la última revolución vivida (la de la comunicación), se ha expandido a una velocidad jamás vista. A día de hoy son miles de millones los usuarios interconectados en todo el mundo, con acceso "libre" a todo el conocimiento.

Primer prototipo de teléfono

Estamos viviendo, por tanto, la revolución de las revoluciones. Es decir, asistimos a un proceso de aceleración de los cambios, y que como todo cambio, suscita adaptación, y toda adaptación, drama. La revolución que ya está aquí, y que amenaza con sacudir nuestros convencionales modelos de vida, es la tecnológica. Y créeme, ésta será más poderosa, más rupturista y por consiguiente más dramática de lo que podamos imaginarnos.

¿Quién le hace ascos a las historias de ciencia ficción? En muchas de ellas (me viene a la cabeza Terminator) nos describen un futuro donde predomina la robótica en todas las áreas sociales y económicas. Robots en la comunicación, el transporte, cualquier tipo de necesidad asistencial, la gestión burocrática, etc. ¡Todo!

La Revolución de la comunicación, la crisis y el resurgimiento populista

Esa potente invasión, que al llegar sin apenas una escala gradual, provocará un caos social, político y económico que engendrará un drama global de colosales proporciones. Y con esto no te digo que esté en contra, sino todo lo contrario: sólo pretendo hacerte a la idea.

Dentro de no pocos años, la Revolución Tecnológica traerá consigo la desaparición en masa de puestos de trabajo. Los robots y cualquier otro tipo de proceso de automatización hará prescindible el servicio y la labranza de millones de trabajadores de todo el mundo. Especialmente vulnerables son aquellos que apenas requieren cualificación; es decir, la inmensa mayoría.

En países como Japón, Corea del Sur y todos aquellos que han apostado con determinación por la industria tecnológica, sufrirán menos los estragos de los procesos automatizados en los centros de trabajo. Todos los demás -una apabullante mayoría- lo sufrirán de una forma atroz.

Hasta aquí parece que es previsible ese horizonte temprano. Todo lo que pueda suceder, dependerá del modelo ideológico GLOBAL (sí, en mayúsculas) que adoptemos para hacer frente a este potente y radical cambio.

La globalización, hasta hace solo un par de años, se daba por consolidada. Pero su proceso no se ha completado, y las herramientas que usa para su instauración definirá se han vuelto en su contra.

La grave crisis económica mundial ha hecho florecer en las grandes potencias un profundo malestar social que ha desembocado en el resurgimiento de ideales populistas que se han readaptado al siglo XXI. Parece irónico, pero la Revolución de la Comunicación, la antesala de la tecnológica, ha fortalecido los lazos entre grupos ideológicos geográficamente distantes. Y éstos han conseguido lo que antes era imposible: unirse. 

Esa interconexión se nutre de las bondades que brindan herramientas como las redes sociales. Recuerda que, cuando internet comenzó a acapararlo todo, nos dijeron que uniría el mundo. Ahora vemos que lo que unen son solo ideales, cada vez más atomizados. La gente no se comunica porque sí, lo hace buscando afinidades.

Esto, en el terreno político, implica que si antes los populismos y todas las ideas y credos quedaban relegadas a múltiples rincones diseminados por todo el globo, hoy pueden conectarse, adaptarse y mutar en función de los nuevos contextos. Se alimenta sin pudor de una deteriorada clase media que se aprovecha de su frustración. Echa un vistazo al Reino Unido (salida de la Unión Europea), EEUU (la llegada del radicalista Trump), Francia (previsible auge en votos de Le Pen) o la Primavera Árabe, amén de otros ejemplos caseros, que también tenemos (en España).

El populismo readaptado es la nueva amenaza mundial del siglo XXI

Internet y la crisis han devuelto, en cierto modo, la vida a esta vieja forma de pensamiento, que se crece en contextos de convulsión social. Afortunadamente, podemos tirar de historia para aventurar lo que puede suceder, pero, ¿qué pasará cuando lleguen los robots?

Los robots y la muerte de la clase media

Ya te he dicho, que los procesos de automatización pueden ser infinitos. Es cierto que a pesar de la premura revolucionaria con la que llega es inaudita, tiene también su propia escala evolutiva. Primero afectará de lleno a todos los empleados con cualificaciones bajas. Aquellos trabajos en los que un empleado pueda ser sustituido por una máquina será erradicado. Y eso se traduce en millones. Aquí también podemos tirar de historia. La implantación de la Revolución Industrial en el siglo XIX también supuso la sustitución de máquinas por personas en numerosos puestos de trabajo, especialmente en la automoción. ¿Qué ocurrió entonces? Hubo revueltas. En el Reino Unido, cuna de esta revolución, fueron aplastadas por el ejército. Hoy en día, con las democracias y ciertos derechos civiles consolidados, resulta más complicado aplicar una respuesta similar.

Ilustración con fábricas de la Revolución Industrial en Inglaterra


Pero la tensión podría ir en aumento. Solo quedarán a salvo de la quema los puestos de trabajo en los que sea necesaria la creatividad y la gestión para procesos complejos en la elaboración de nuevos materiales, proyectos o instalaciones. Te recomiendo leer las reflexiones del científico Stephen Hawkin al respecto. 

De ahí hacia abajo, todo se perderá. ¿Qué pasará con ellos? Una idea, que hoy en día suma muchas voces autorizadas, es la de renta universal (en Finlandia se está experimentando con 1.000 personas). Pero, ¿se convertirán en pobres e inútiles funcionales?

La idea de la rentas universal puede ser un parche (hablaré en profundidad de esto en otra ocasión), por lo que no es una solución definitiva. El ser humano necesita una ocupación útil, y más teniendo en cuenta que mamamos desde hace un par de siglos una cultura capitalista, en la que la competitividad es un modelo de vida en sí mismo.

Los trabajados menos cualificados están abocados a la extinción

Por lo tanto, la clase media tenderá a su inexorable desaparición. Los empleados y empleadores con puestos de alta cualificación multiplicarán sus ingresos económicos, y la brecha social se abrirá sin paliativos. El verdadero drama llega aquí. Con los populismos en auge, ¿qué pasará si el descontento de la gran masa social, aquella que sustenta la economía mundial, sigue su imparable ascenso?

Asistimos a una desglobalización, un proceso concienzudo en identificar a un falso culpable de los males del mundo, en el que la desunión está triunfando, el aislamiento y la confrontación cultural. La altura de miras de las masas es muy baja, siempre orientada a señalar al vecino como el responsable de sus males. Así funciona el rebaño humano de baja cualificación, y de él se aprovechan los cualificados populistas. Lo siento, si te sientes identificado, es lo que hay.

Vuelvo a lo de antes. Si te fijas, la moda ahora es el asociacionismo de ideas minoritarias que van ganando adeptos: veganos, taurinos, antitaurinos, nacionalistas, supremacistas raciales, y otros grupos disfrazados de inocentes frikis... Te puede parecer un ejemplo muy vulgar y autóctono, pero si es así en esa pequeña escala, hazte a la idea de cómo es en otros órdenes. 

Te hablo pues de grupos y subgrupos que se replican y expanden al calor de la interconexión de ideas comunes, fijas y adoctrinantes en las redes sociales (la actualización más reciente de la Revolución de la Comunicación). Y aunque ha nacido otro fenómeno, el colaboracionismo, que parecía su opuesto, se ha quedado en una variante quasiresidual que solo opera en el transporte y al vivienda.

Por tanto, la tendencia asociacionista de ideas y credos no deja de crecer. Y lo más preocupante es que se radicaliza y busca, en muchos casos, la demonización de su antagonista. Una confrontación que aparentemente se confirma en el mundo do virtual, pero dado el ambiente agitado, empieza a traspasar al bando real. Se trata de un un caldo de cultivo convulso, encauzado en un entorno de frustración, que puede desembocar en un resultado catastrófico.

Desaparición del dinero ante la gran brecha social

Así que, cuando la robótica se haga con el mundo laboral, ¿dónde iremos a parar tú y yo? Si como te dije al comienzo eliminas por un momento tu prejuicio ideológico y te centras en el pragmático, quizás podamos converger.

Ante la radicalización del contexto social a consecuencia de la crisis económica y laboral, sólo se me ocurre la erradicación del dinero, o su confinamiento en un nuevo modelo pseudo capitalista-comunista. Capitalista porque aún mantiene estratos sociales; comunista porque, al menos se universaliza el acceso a derechos a todos los servicios sociales en un modelo transversal, donde las barreras son fácilmente traspasables.

Además, la extinción de puestos de trabajo no será tan traumática sin el valor del dinero. El trabajo, reemplazado por la máquina avanzada, hará todo aquello que pueda ser intercambiado por dinero. ¿Qué sentido tendría para por los alimentos cuando son los robots los que cosechan y cocinan por ti? El dinero no tiene sentido sin trabajo. Y si el trabajo lo realiza un ser inanimado, sin necesidades naturales, ¿qué pinta aquí el dinero? 

Los robots, por tanto, estarían a nuestro servicio, al menos en lo más básico: asistencial y alimentario. En este contexto no existirían los impuestos, o serían muy reducidos. Porque... si los robots se reproducen por sí solos, y éstos están a nuestra disposición, no será apenas necesario tributar. Porque lo que cuesta, ya no cuesta.

Un robot hace las veces de un programador al frente de un ordenador

Pero... Parece ideal, sí. ¿Y qué pasa con las propiedades? Existen los hechos consumados. ¿Qué será de aquellos que ya disponen de propiedades (muchas de ellas conseguidas fruto de un gran esfuerzo) que en sí pueden decirse que son privilegiadas o de lujo? El territorio seguirá siendo un gran punto de confrontación del que no me creo que haya consenso universal sin llegar a la sangre y el fuego. O quizá sí. En este sentido, podría cuadrar la hipótesis de la renta básica universal.

Bajo esta tesis, ¿serían sólo aquellos puestos de trabajo cualificados en insustituibles los únicos que puedan percibir compensación económica o de otra índole?

La clase media es la única que hoy en día sustenta la economía global

Estos cambios serán, como fuere, muy traumáticos. El rico querrá seguir siendo rico, y para ello necesita a una clase media en buena salud pero anestesiada, que en la actualidad ha mutado hacia una suerte de nueva esclavitud. Esto es un error: una clase media debilitada no genera demanda, y como consecuencia, merma la economía. 

Eso podría tener sus días contados si la automatización es utilizada para beneficio de todos. Pero claro, ¿cómo convencer de ese beneficio? Probablemente, teniendo en cuenta cómo funcionamos, visualizando un estado de preguerra de clases. Ten en cuenta que los ejércitos no son más que trabajadores de clase media, si es que antes no han sido sustituidos por... robots.

Los robots, ¿nos harán inútiles? Yo creo que cada cual nace con unas destrezas y un talento natural para cada cosa. La única divergencia estribará en el talento, el valor añadido, el sello que cada uno imponga a su creación.

Para un mundo así imagino una globalización completa,  bajo un gobierno global sin que merme principios culturales básicos. Todo aquello no radicalizado podría ser absorbido a esta nueva realidad. Así que, ante los nacionalismos, antes el establecimiento de diferencias, propongo laminación de las ideas viejas, las ideologías decimonónicas de supremacía cultural o económica, y al dinero.  Saludemos así a una Revolución Tecnológica bien canalizada y universal.

Otro día, si te apetece, imaginamos cómo los robots cambiarán también nuestras actuales pautas de comunicación, que de hecho, no tienen nada que ver con las de hace 15 años, cuando hablábamos cara a cara.

En poco tiempo os contaré esto tanto por video como en podcast. Cuento con vuestra participación.